El patrimonio cultural lo conforman los bienes
culturales que la historia ha legado a una sociedad, de carácter tangible e
intangible. El patrimonio tangible es la expresión de las culturas a través de
grandes realizaciones materiales. A su vez se puede clasificar en Mueble e
Inmueble, comprendiendo el primero los objetos arqueológicos, históricos,
artísticos, religiosos y/o folklóricos, que constituyen colecciones importantes
para las ciencias, la historia del arte y la conservación de la diversidad
cultural de un país.
El patrimonio cultural no se limita a las creaciones
materiales. Existen sociedades que han concentrado su saber y sus técnicas, así
como la memoria de sus antepasados, en la tradición oral. La noción de
patrimonio intangible o inmaterial, prácticamente coincide con la de cultura,
entendida en sentido amplio como “el conjunto de rasgos distintivos,
espirituales y materiales, intelectuales”.
Los cementerios son parte de nuestro patrimonio
material, por sus obras, esculturas, inscripciones, y hasta su planificación
urbanística. Asimismo, los cementerios son parte de nuestro patrimonio
inmaterial, de nuestra realidad antropológica, siendo el soporte del entorno
que rodea las costumbres y los hábitos relacionados con la muerte.
De acuerdo a esta escala, el cementerio es el reflejo
de la ciudad o del pueblo donde se expresa una manera de abordar las conductas
individuales y colectivas de una sociedad. Un cementerio se convierte, por
tanto, en una evidencia material que refleja las formas de organización, el
sistema de relaciones, las costumbres, las creencias, los valores puestos en
juego que esa sociedad adopta y expresa para su desarrollo cotidiano. Es común
que los cementerios se constituyan en un “olvido” al momento de nombrar los hitos
patrimoniales de una ciudad, pero como dijo Mario Benedetti, “el olvido está
lleno de memoria”.
Tengo que decir, que en la Historia de Huelva, es la
primera vez que me encuentro con un trabajo de esta índole, donde su autora
relata, describe y data uno de los elementos más olvidados cuando hablamos de
la historia minera de nuestra provincia, los cementerios británicos, tan
íntimamente ligados a las grandes compañías mineras que impulsaron el resurgir
de la minería a finales del siglo XIX.
Este libro hay que considerarlo como una parte más de
dicha historia, una faceta nunca antes descrita de la cultura británica que aún
persiste, en mejores o peores condiciones, en nuestra provincia y, que debe ser
objeto de preservación y conservación por quién corresponda.
“In Loving Memory” es la inscripción generalizada que
aparece en la mayoría de ellos, como símbolo de la perduración en la memoria de
una faceta histórica correspondiente a una cultura diferente y atípica a la
nuestra, pero que siempre ha sabido conservar sus raíces, cuya autora describe
de manera sutil y documentada referente a los tres enclaves: Riotinto, Tharsis
y Huelva.
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