A menudo la
ciudadanía en general valora y respeta la protección del patrimonio cultural
que nos rodea y que nos identifica como legado que no solo nos habla del pasado
sino que nos presenta modelos de actuación de futuro.
Las dificultades
por defender el patrimonio, en determinadas ocasiones, se vinculan al
desconocimiento del mismo, y en otras, por el olvido consentido de
administraciones, instituciones y la sociedad en general que prefiere mirar
para otro lado ante la pérdida o destrucción de unos bienes que por unas u
otras razones incomodan.
En provincias
como Huelva, donde la riqueza patrimonial está presente en todas y cada una de
las comarcas que la constituyen, la protección e inscripción de algunos de sus
bienes en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andaluz, se convierte
siempre en motivo de alegría, en primer lugar por lo que significa de
reconocimiento del bien protegido y en segundo porque responde a la necesaria
puesta en marcha de propuestas encaminadas a la difusión de la cultura de un territorio necesitado de
propuestas de futuro.
Sin embargo esa
búsqueda de alternativas para nuestra provincia y su patrimonio cultural y
natural, nos lleva a reflexionar sobre el sentido de la conservación de los
bienes patrimoniales que conforman
nuestras comarcas y el sentido de su protección.
En los últimos
días, ha salido a la palestra informativa, el proyecto de inundación de Corta
Atalaya, un proyecto que además ser un atropello al patrimonio cultural y
natural de la provincia de Huelva, pone de manifiesto la dejadez de la
administración que protege para luego olvidar.
Difícilmente
podrán cumplirse las recomendaciones
internacionales en materia de patrimonio cultural ni las
instrucciones incluidas en las
documentaciones técnicas que dan lugar a la declaración de un bien patrimonial,
si la propia administración mira hacia otro lado cuando se mezclan interés que
se alejan de la conservación de dichos bienes.
Como ha ocurrido
hasta ahora el patrimonio cultural es usado y manipulado a la vez que envuelto
entre los algodones del turismo “cultural”. Continúan sin definirse políticas que atiendan a la
salvaguarda y significado de unos bienes que representan como ningún otro a la
forma de ser y sentir de una provincia, Huelva, necesitada de proyectos de
patrimonialización que refuerzen la riqueza y diversidad de su territorio.
Tal
y como indica el propio texto del decreto 504/2012, de 16 de octubre, por el que se
inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de
Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial, la Cuenca Minera de
Riotinto-Nerva, en los términos municipales de Minas de Riotinto, Nerva y El
Campillo (Huelva), “La cuenca minera de
Riotinto-Nerva conforma un territorio marcado por un conjunto patrimonial
diverso y complementario integrado por bienes diacrónicos y sincrónicos
representativos de la evolución humana en uno de los enclaves mineros más
relevantes y representativos a nivel mundial. Este marco cultural y
paisajístico ofrece actualmente un valor de uso y disfrute para la colectividad
y está integrado por los distintos bienes materiales e inmateriales,
localizados en el ámbito de las minas de Riotinto, que son testimonio y reflejo
de las diversas culturas y sociedades mineras que han ocupado este territorio.
Junto a la impronta cultural se integra un paisaje excepcional moldeado por una
decidida y prolongada acción antrópica en torno a la explotación del subsuelo
que ha derivado en un paisaje cultural único y que actualmente se circunscribe,
principalmente, a los términos municipales onubenses de Minas de Riotinto y
Nerva. El legado hoy conservado abarca un amplio espectro de bienes de variada
condición y naturaleza, que son referentes de las formas de vida y de trabajo
de determinadas identidades colectivas, así como de unas formas de organización
del territorio y de una evolución paisajística propia marcada por la actividad
allí desarrollada a lo largo del tiempo. Así, la Zona Patrimonial de la cuenca
minera de Riotinto-Nerva se sustancia en diversos valores patrimoniales de tipo
cultural y natural conexos entre sí, de carácter histórico, arqueológico,
etnológico, urbanístico, industrial, arquitectónico, bibliográfico, documental,
paisajístico y ambiental.
En definitiva, se trata de unos bienes distintivos y
específicos que conforman un patrimonio único, al poseer valores tan diversos
como los que presentan la Corta Atalaya, el barrio de Bellavista, el Museo
Minero de Riotinto o el Archivo Histórico Minero, entre otros”.
Tras revisar los
valores que justifican, según la propia administración, la protección de este territorio, los
interrogantes que nos plantea esta y otras actuaciones sobre el patrimonio
cultural en nuestra provincia, vuelven a poner de manifiesto la escasa
relevancia otorgada a los bienes patrimoniales. Quizás antes de proceder a la
inscripción de un elemento en el Catálogo General del Patrimonio Histórico
Andaluz, habría que entender que el patrimonio cultural debe dar respuesta a los
cambios y adaptarse a las nuevas realidades, siempre y cuando estas no afecten
a la salvaguarda del mismo.
El desarrollo de
mecanismos que incidan en la protección del patrimonio, deberán velar a su vez
por el conocimiento y puesta en valor de la diversidad y riqueza de la
provincia de Huelva, sin que ello suponga una hipoteca para el futuro de un
legado patrimonial que sin duda define e identifica a este, a veces olvidado,
territorio andaluz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario