Son muchas las huellas que aún
persisten de la antigua e inglesa Compañía de Rio Tinto y que, evidentemente,
ocupó un período histórico amplio muy conocido en toda la zona.
Fotocomposición realizada de algunas de las huellas de
la RTCL en la provincia. Fuente: Fieldwork Riotinto.
Quizás, profundizando en esas
huellas, algunos de nosotros nos limitemos
a situar la mayor parte de ellas, lógicamente, en Minas de Rio Tinto,
como población donde se ubicó mayoritariamente
la colonia extranjera que conformaba el nivel superior de mando del
ente, pero obviando que determinados y/o, similares muestras, quedaron también
grabadas en municipios vecinos.
Al hilo de lo citado, es
llamativa (valga el ejemplo) la Estación del ferrocarril RT-Zalamea inaugurada
el 6-6-1904, plasmada actualmente en su centenario reposo, por los pinceles de
Toti, -artista local que con sus famosos trabajos trasciende ya, (como Alcaide,
en Nerva) el ámbito provincial- y cuyo edificio no disimula su foráneo diseño,
hermanado con los de similares puntos en la misma línea férrea.
Inauguración de la Estación de Zalamea la Real en
1904. Col. Particular
Igualmente, desde la panorámica
que ofrece el popular Pilar de Zalamea se visualiza en un altillo del terreno,
donde se alzó hacia 1903, la construcción de ladrillos con amarillento color
que debió servir como mercado.
El Pilar y al fondo el Mercado donde se celebró el
banquete de la inauguración de la línea férrea. Col. Particular
Posiblemente, para acoger las
"obras sociales" que promovió en la zona RTCL, a través de aquél
durísimo Director, Mr. Arthur Carlyle, haya alguna más pero menos conocida. No
obstante, las citadas perviven y ello es, meritorio de un pueblo.
No ocultas, aunque sin duda poco
conocidas, la gente y tierra de Zalamea con sus empedradas calles y amplias
casas con huerto desde el que penetraban los olores de entresacadas hortalizas,
mezclados con el aroma del nardo y jazmín, le hacían hogar ideal donde mitigar
la jornada de trabajo, tras el regreso de la Mina, degustando la clásica
"manguara '', en asiento de cómoda silla de enea, y siendo testigos ambas
partes (tierra y gente) del lugar donde han quedado impresas otras huellas
humanas, en contraposición a las materiales, anteriormente descritas.
Entonces, ¿No valdría un apellido
como el de GILBERT para afianzar lo expuesto?
Ocupado en la búsqueda de su
origen y arribo a Zalamea es necesario recorrer un largo camino que, rebasando
frontera, nos sitúe en el sur de Inglaterra, concretamente en Breage, localidad
muy cercana al distrito minero comprendido entre Cambome y Redruth, donde el
estaño y otros metales aprovecharon compañías como la East Pool, además de
inventar o introducir las bombas Cornish, ingenios empleados más tarde en las
explotaciones de Rio Tinto.
El agotamiento de yacimientos fue
motivo de desempleo para la mano de obra ocupada hasta entonces allí y,
consiguientemente, su dispersión hacia lugares de posible recepción y
establecimiento familiar.
Como tantos en situación similar,
Nicholas Gilbert, minero-picador nacido en 1829 en Breage, casado con Terence
Thomas, de la misma edad y padres de 7 hijos (Elizabeth, Mary, John, Terence,
Richard, Joseph y Thomas) aceptó ser contratado el 7 de Agosto de 1879, por la
Rio Tinto Co., Ltd. para trabajar en su ocupación habitual, en Minas de RT
(España) con salario de 120 libras/año e inclusión de vivienda, propiedad de la
misma, en el barrio de San Dionisio.
Allí también encontraron trabajo
sus hijos John, Richard y Thomas (todos como mineros del interior). Imaginamos
que su trayectoria laboral debió ser normal, así como la conducta cívica
llevada a cabo en una comunidad cerrada y condicionada al estatus social
impuesto por la empresa propietaria para la que trabajaba. El cumplimiento de
esta última, suponemos fue aceptable cuando en el año 1891, fatídico para él,
desempeñaba el cargo de Capataz y devengaba un sueldo de 250 libras/año. Pero
la "Hermana Muerte" le visitó el 16 de Marzo del mismo, sacándolo de
este mundo al padecer la bronquitis que, presumiblemente arrastraba desde algún
tiempo (¿posible silicosis?).
Está documentado que su
asistencia y tratamiento no fue adecuada y la responsabilidad recayó en el Jefe
del Deptº Médico, Dr. Raymond Courteen quien había organizado eficazmente el
servicio médico de la Cía., pero que, precisamente en el caso que nos ocupa,
recibió una grave censura del Consejo, informado de su reprobable actuación
médica.
Al margen detalles y
elucubraciones, la conclusión derivó en el deterioro de imagen del Dr. Courteen
y el traslado del cadáver de Gilbert al Cementerio de San Sebastián en Huelva,
según consta en el Registro Nº 62 de "Burials in the British Protestant
Cemetery at Huelva -in the Diocese of Gibraltar".
Tumba de Nicholas Gilbert en el cementerio británico
de Huelva, junio de 2015. Foto: Emilio Romero
Aunque de forma repetitiva es la
primera, pero no la última vez, que el apellido lo encontraremos en Zalamea.
JOHN GILBERT. - Anteriormente
citado como primer hijo varón de Nicholas. Nacido como su padre, en Breage,
ingresó en la RTCL, en 12 de Abril de 1880, como entibador en el Deptº de San
Dionisio con un salario de 96 libras/año.
Casó el 23 de Junio de 1883 con
la zalameña, ANA WERT LIBRERO en la Parroquia de Sta. Bárbara, cuya unión fue
bendecida por D. Antonio Muñoz Arteaga (aquel sacerdote que recreara Alcaide en
su célebre cuadro de la masacre de 1888) cuando contaban 22 y 21 años
respectivamente y viviendo en el Nº 12 del barrio de San Dionisio, domicilio en
el que les nació un varón, llamado Juan Francisco, fallecido a corta edad, por
angina, el 2-3-1884 siendo sepultado en el cementerio católico del mismo RT.
Posiblemente no sea demasiado mal
pensar que la imperante "normativa social" llevada con rigor por la
comunidad de la que John procedía, no era aceptado un "matrimonio
mixto"...(¿Tal vez fue Ana una doméstica que enamoró al inglés o quizás el
ardor juvenil de él olvidó las reglas...?.)
En cualquier caso, un año después
de la pérdida de aquel primer hijo, es constatable que el joven matrimonio
anglo-hispano trasladó su domicilio a Zalamea, dejando atrás el problemático barrio de San Dionisio con
sus infectos desagües y foco de enfermedades difíciles de erradicar, según lo
consideraba el Dr. Courteen en informe que obra en los libros del archivo del
Depto Médico de la época y, en la actualidad, custodiados por el Dr. Saldaña
Manzana.
Aparte hipótesis de motivos
barajados para el cambio de domicilio, -Desde San Dionisio a Zalamea- escasa
duda ofrece admitir el beneficio que supondría para el devenir diario del
matrimonio, a más de nacerle ya en Zalamea el 30 Abril de 1885 su segundo hijo,
al que llamaron JOHN FRANCIS, asentado con el Nº 161 en el Registro de nacidos
en el Viceconsulado británico de Huelva, como súbdito inglés (era común en el
siglo XIX designar con el mismo nombre al hijo nacido con posterioridad al
inmediato fallecido). Afortunadamente no fuimos contemporáneos a él, pero la
imaginación es libre y si se mantiene dentro del debido respeto, las opiniones
individuales solo pueden ser recíprocas. Por tanto, lo que seguirá deberá
interpretarse como simple soliloquio:
"En el transcurso de los
años su especialización en los distintos trabajos mineros, lealtad a la
Compañía, e igualmente concitando sobre sí la nacionalidad, que nunca perdió,
debieron ser reconocidas condiciones para su promoción como Capataz y cuya
presencia fotográfica quedó registrada, en la toma realizada hacia 1906 donde
figura junto a todo el Staff inglés de la época, que preside el Director, Neil Kennedy, en la segunda fila por arriba a la
derecha de la misma con reloj de cadena sobre pecho.
Fotografía del Staff de la RTCL, realizada en 1906. En
el centro Mr. Neil Kennedy. Col. Particular
Físicamente, su posado en ella
denota a un ser de fuerte complexión, orgullosamente de aparecer entre
compatriotas y muy a tono con la idea que particularmente tenemos, de
determinados Capataces supervisando los antiguos tajos de mineral”.
El destino, que a cada cual nos
reserva impredecibles consecuencias, fijó en el año 1913 el final de la vida de
John Gilbert, arrebatada de forma trágica en el pavoroso incendio que surgió en
el Pozo Alicia en la fría madrugada del 1 de Noviembre de dicho año.
Al ser de comunión católica, su
enterramiento se realizó en el antiguo Cementerio de Rio Tinto, (hoy
desaparecido) y señalizado el lugar con lápida idéntica a las erigidas para sus
compatriotas, dos de las cuales aún se alzan hoy en el Cementerio inglés de
Bella Vista.
Con ocasión del posterior
fallecimiento de su esposa, ANA WERT LIBRERO, sus restos fueron exhumados y
trasladados al Cementerio de Zalamea, donde como se verá se hallan, mismamente,
los de su hijo JOHN FRANCIS.
Tengo para mí que, si al hallar
vestigios de huellas estas se abandonan, deben compararse con apasionante libro
abierto pero con inconclusa lectura. Por tanto, sopesando la longitud del
camino a recorrer, las "marcas" ya encontradas incitan a su
seguimiento.... y donde ellas finalizan nos llevan a ese inglés de Zalamea que
fue, en versión española: JUAN FRANCISCO GILBERT WERT
Anteriormente quedó anotado les
nació a sus padres, John y Ana, en Zalamea el 30-3-1885. Un escueto apunte en
el viejo Libro de empleados extranjeros, de la Compañía, detalla su nombre y edad de
14 años, trabajando en San
Dionisio en 1899 si bien, se desconoce continuó al servicio de la misma, puesto
que no figura en el listado general que data de 1914
Tenemos documentado el parentesco
de primo-hermano que le unía a los dos hijos de su tía carnal, PATROCINIO WERT
LIBRERO, (también residente en Zalamea y casada con otro inglés)
Añadir poco más de su discurrir
en vida y sólo precisar que casó con Lorenza González Perea y, al fallecer el
22-12-1916 como consecuencia de "colapso cardiaco" en la calle
Leandro Martínez, de la repetida
población, no tuvieron sucesión, según expresa su Acta de Defunción.
Podemos concluir que el
seguimiento de las huellas GILBERT obligó a retrotraemos hasta dar con su
abuelo Nicholas en
Huelva, para finalizar en el Cementerio Municipal de Zalamea la Real donde
un panteón cubierto, en la parte derecha de la entrada, indica el enterramiento
de la Sra. ANA WERT LIBRERO, fallecida en 1923, además de los restos de su
esposo e hijo.
Detalle del libro de enterramientos del Ayuntamiento
de Zalamea la Real. Agradecimiento a Rafael Pichardo Pulido
Reiterar que esos restos fueron
exhumados de lugares anteriores para, finalmente, en este últimos, compartir la
paz eterna en la misma tierra que en vida unió a los tres. A pesar de lo
cubierto por el polvo, no fue tan denso como para borrar unas huellas inglesas
en tierra, tan andaluza como Zalamea.
Pedro Real y Emilio Romero
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