En el año 1873 comenzaba, bajo los auspicios de una sociedad británica, el mayor negocio de la minería europea en tiempos modernos: la compra por ochenta y siete millones de pesetas y por un espacio de noventa y nueve años, de las Minas de Riotinto. Cabe pensar que en la provincia de Huelva, en la que existían cientos de registros mineros, aunque la mayoría no correspondieran a explotaciones de gran importancia, surgiera en la juventud estudiantil una inquietud hacia estudios que estuviesen íntimamente relacionados con la industria minera. En las minas con compañías extranjeras era necesario, pues, especializar al obrero para que en el futuro pudiera alcanzar puestos intermedios entre los ejecutivos y la mano de obra española, que aceptaría de mejor grado una orden de otro español que la que le llegara procedente de un extranjero.
El ilustre onubense, D. Manuel Vázquez López, en colaboración con los ingenieros de Minas, Sres. Cortés Cicero, Pizarro y Gonzalo y Tarín, convencidos de esta necesidad y de la importancia que tendría en el futuro un centro docente del que salieran hombres especializados en la industria minera, comenzaron a gestionar ante las autoridades y las diversas compañías mineras de la provincia la creación de una Escuela para tal finalidad.
Este Centro se abre como Escuela de Capataces de Minas por Real Decreto de 22 de febrero de 1901, aprobándose su reglamento por Real Decreto de 6 de agosto de 1901, dependiendo de la Dirección General de Minas. Su primer director fue Manuel Cortés Cicero, como hemos observado, co-fundador de la Escuela.
La Escuela de Facultativos de Minas, se abrió en el año 1.902, matriculándose el primer año 49 alumnos. Sesenta años después se crea la Escuela de Peritos de Minas (Escuela Técnica de Grado Medio), sustituyendo a la anterior. En sus 60 años de vida dicha Escuela dio unos 1.000 facultativos. Al pasar la carrera al Peritaje, se aumentaron las materias de estudio hasta tal punto que el perito podía optar al ingreso directo en el selectivo de las Escuelas Superiores, es decir, de la carrera de Ingeniero. Anteriormente a este cambio, sólo se impartían clases los sábados y los domingos (cuando descansaban los obreros, viniendo a Huelva en el último tren de maercancías y regresando el domingo o lunes en el primero que subía hacia Riotinto), pero el nuevo régimen (como Escuela Técnica) obligaba a una escolaridad diaria, con un nº de clases teóricas igual al nº de clases prácticas. Muchos de aquellos alumnos eran trabajadores de minas, que se desplazaban a Huelva en esos días para asistir a las clases. Por ello, la Dirección General de Enseñanza Laboral (pues la carrera de Facultativos pasó a depender de ésta) siguió permitiendo el horario de fines de semanas, tan beneficioso. Estos estudios tenían fácil colocación una vez terminados, ya que no sólo contaban con el campo de acción de la propia mina, sino también con todas las industrias derivadas del tratamiento de minerales, así como en las fábricas y talleres siderúrgicos. Sus alumnos también estarían capacitados para desempeñar cargos directivos en toda la rama de la construcción. El Edificio de la nueva Escuela se hallaba emplazado en Alameda Sundheim, nº 8, en un agradable y pintoresco lugar rodeado de arboleda y jardines. Tenía dos plantas. En la planta baja había 5 aulas y 1 laboratorio, y en la segunda planta había 3 clases, 1 biblioteca y 1 museo completo de minerales.
El ilustre onubense, D. Manuel Vázquez López, en colaboración con los ingenieros de Minas, Sres. Cortés Cicero, Pizarro y Gonzalo y Tarín, convencidos de esta necesidad y de la importancia que tendría en el futuro un centro docente del que salieran hombres especializados en la industria minera, comenzaron a gestionar ante las autoridades y las diversas compañías mineras de la provincia la creación de una Escuela para tal finalidad.
Este Centro se abre como Escuela de Capataces de Minas por Real Decreto de 22 de febrero de 1901, aprobándose su reglamento por Real Decreto de 6 de agosto de 1901, dependiendo de la Dirección General de Minas. Su primer director fue Manuel Cortés Cicero, como hemos observado, co-fundador de la Escuela.
La Escuela de Facultativos de Minas, se abrió en el año 1.902, matriculándose el primer año 49 alumnos. Sesenta años después se crea la Escuela de Peritos de Minas (Escuela Técnica de Grado Medio), sustituyendo a la anterior. En sus 60 años de vida dicha Escuela dio unos 1.000 facultativos. Al pasar la carrera al Peritaje, se aumentaron las materias de estudio hasta tal punto que el perito podía optar al ingreso directo en el selectivo de las Escuelas Superiores, es decir, de la carrera de Ingeniero. Anteriormente a este cambio, sólo se impartían clases los sábados y los domingos (cuando descansaban los obreros, viniendo a Huelva en el último tren de maercancías y regresando el domingo o lunes en el primero que subía hacia Riotinto), pero el nuevo régimen (como Escuela Técnica) obligaba a una escolaridad diaria, con un nº de clases teóricas igual al nº de clases prácticas. Muchos de aquellos alumnos eran trabajadores de minas, que se desplazaban a Huelva en esos días para asistir a las clases. Por ello, la Dirección General de Enseñanza Laboral (pues la carrera de Facultativos pasó a depender de ésta) siguió permitiendo el horario de fines de semanas, tan beneficioso. Estos estudios tenían fácil colocación una vez terminados, ya que no sólo contaban con el campo de acción de la propia mina, sino también con todas las industrias derivadas del tratamiento de minerales, así como en las fábricas y talleres siderúrgicos. Sus alumnos también estarían capacitados para desempeñar cargos directivos en toda la rama de la construcción. El Edificio de la nueva Escuela se hallaba emplazado en Alameda Sundheim, nº 8, en un agradable y pintoresco lugar rodeado de arboleda y jardines. Tenía dos plantas. En la planta baja había 5 aulas y 1 laboratorio, y en la segunda planta había 3 clases, 1 biblioteca y 1 museo completo de minerales.
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